2 de agosto de 2013

Fragmentos: ayer

Me pregunta qué vamos a apostar, mientras yo rajo la baraja al medio.
-Humildad.
-Que sea la humildad entonces.
Lentamente me da las tres cartas, veo, soy mano.
-Tomá, te la dejo gratis esta.
De inmediato un cinco de copas hace temer al tanto del oponente. Especula y juega.
-No te lo canto. ¡Mato y voy!
Con dos caballos rápidos, veo mis posibilidades, me queda solo mentir.
-A caballo eh… ¡truco!.
Un dos de basto mío terminara su trote, se asusta fácil, soy muy bueno para descifrar.
-Quiero.
Siento que el sabor amargo mientras juego mis dos palos debajo de una sota sedienta. Veo en sus ojos el placer de ganarme, pero yo ya había perdido la humildad.
-Siguiente.                                                                                                 
Me dice luciendo su ancho de basto.

El crepúsculo no dura mucho. Se pone interesante.

Guardo las cartas latentes en su mazo.
-Ahora barajo yo, Tristeza será esta vez.
-Como vos quieras.
Sin oponerse, corta confiada. Reparto con elegancia y levanto, flor de copas, uno, dos y tres.
-Jugá dale.
Ignora mi apuro. Ve su mano y amenaza.
-¡Envido!
-Flor por atrev…
-¡No jugamos con jardinera!
-Si, es parte del juego.
-Es una ventaja artificial, repentina.
-Si, pero es suerte.
Se calla, le nace una expresión característica en su boca, refleja inconformidad, juega un dos de oro. No me puede inmutar.
-Andate, vas a perder cinco.
-Jugá y callate.
-¡Flor y truco!
-¡Quiero!
Mato a su dos con mi tres y juego mi dos restante. Ya perdió. Gané la tristeza. Muestro la flor.

La mesa era cálida, grande, linda madera, ella relucía siempre, pero más cuando los últimos rayos del sol golpeaban de espalda a su pelo, lo peinaba mucho, tal vez eso y el tango, seguro, me dejó como regalo espectral.

-Última mano
La escuché decir. La combinación del sonido de esa frase con la de ver sus manos torpes intentando mezclar, me violentaba a apostarlo todo e impulsivamente miro sus ojos sin prestar atención y procedo a exigir.
-Amor.
Sigue mezclando, lamentablemente no vi la mueca de su rostro, yo estaba concentrado en el juego, excitado. Lleva su mano izquierda cargada hacia mi corazón, corto y empieza.
Entre el silencio visual contemplo mi mano. La primera carta ante mis ojos: el rey de espadas, mi favorita, seguidas del dos de copas y del tres de copas, parecen estar atados a mí. Primer movimiento, sacrifico a mi rey (hasta el día de hoy me arrepiento de haber jugado tan mal). Ella procede a hablar. No me miente nunca.
-Si esperas a que te lo cante, podes seguir esperando.
En silencio veo como el cansado espadachín sede ante el uno de copas que muestra. Un viejo amigo me traiciona, pero no me importa. Arriba de la masacre me juega un seis de basto. No pensaba mantener mi silencio.
-Ya sabes como dicen, el amor y la guerra no caminan sobre rieles, todos morimos por igual. ¡Truco!
-Facundito, no ves que ya perdiste, vos solo perdiste en la primera mano, jugaste mal. Quiero re truco.
-El juego, querida, ya se terminó. Quiero vale cuatro.
-Quiero.
Triste y soberbio, juego mis antiguas victorias sobre la mesa, las copas fieles, luego las infieles.
Ella derramaba lágrimas de odio, descontrolada y en un ataque de pánico muestra el siete de oro, me abraza (yo a penas a toco) y me pregunta desesperada si voy a volver a jugar con ella.


Me voy de su casa y nunca más vuelvo a sentir.